El Reloj del Señor nunca se atrasa, es el nuestro el que se adelanta

Bajo la lluvia de esta tarde fría en este pequeño pueblo a las afueras Madrid, Arroyomolinos, y acampando en un lugar poco común pero con un nombre que llamaba mi atención el “Buen Pastor”, algo curioso… Miraba al cielo y preguntaba, ¿Dios es que acaso no ves la aflicción de mi espíritu, los miedos y temores que corren por mi cuerpo, de esta que soy hija tuya y sierva? porque a veces se puede pensar que aquellos que somos siervos no nos corre aflicción, ni temor por el cuerpo, ni enfermedad, pero sí!… El caso es que escribía sin parar mis sentimientos, mientras la lluvia no cesaba de caer, me desahogaba, pero sin hallar respuesta a mis preguntas.   Sin embargo, El siempre está atento, aunque a veces no, no lo parezca, escuchando en el silencio que a veces a nosotros nos desespera y gracias a Dios Su respuesta no tardo en llegar.   La verdad es que como alguien dijo “El reloj del Señor nunca se atrasa, es el nuestro el que se adelanta”, más bien diría yo se impacienta.  Como les decía la respuesta llego justo al llegar  a casa, cuando abrí mi libro de pan diario, justo ahí me contestó con el cántico del salmo 121, cántico que desde niña he tarareado  tantas veces, seguramente como tú tal vez lo has hecho; pero la verdad, es que las circunstancias nos hacen olvidar que la presencia de Dios es real y que El jamás duerme cuidando a sus hijos amados…

Sé qué yo no soy quien para echarles tanto relato, es más muchos tal vez  saben todo esto que digo de memoria, pero a los que  quieran leerlo de nuevo este precioso himno os lo regalo y les invito a que no lo olviden, pues a veces, más bien muchas veces, nuestra angustia se hace mayor y nos quedamos sordos ante la voz de nuestro amado Dios… Les dejo sin más con este cántico:

«Dirijo mi mirada a las montañas;
y pregunto ¿de dónde vendrá mi ayuda?
y entonces, la voz de mi espíritu responde:
Mi ayuda viene de Dios, creador del cielo y de la tierra.
Dios jamás permitirá que sufra daño alguno.
Dios me cuida y nunca duerme. ¡Dios cuida de mi, y nunca duerme!
Dios me cuida y me protege; Dios está siempre a mi lado.
Durante el día, el sol no me quemará; durante la noche, no me dañará la luna.
Dios me protegerá y me pondrá a salvo de todos los peligros.
Dios me cuidará ahora y siempre por donde quiera que vaya.»
SALMO 121

Llévame a la roca que es más alta que yo…Tu eres mi refugio y quién verdaderamente me sostiene…

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